viernes, 13 de marzo de 2015

La belleza irresistible

Las personas bellas no son necesariamente las más lindas por fuera, son las que tienen una cualidad especial; son bellas personas. La gente más bonita es aquella que se enfrenta a la vida, a sus golpes, a su injusticia. Son las que han sentido la desesperanza, la desesperación, aquellas que han sufrido en carne propia el dolor, los desgarros y problemas.

Son personas bonitas porque saben perdonar, caminar hacia adelante y darle la mano a quien lo necesita, aunque a ellos les haya acompañado la derrota, evidenciando así su calidad humana.

Todas las personas somos especiales pero hay algunas que son verdaderamente extraordinarias. Son aquellas que han tocado fondo, que han sido golpeadas por tragedias del destino o por la casualidad. Haciéndolos estar muchos escalones más arriba de aquellos que siempre han sido afortunados, por ende tienen una perspectiva distinta de paisaje.

Son mujeres y hombres que en algún punto del camino perdieron aquello que le daba significado a su vida, la alegría o las ganas de seguir adelante, pero se levantaron y encontraron el impulso que necesitaban. Y esta resulta ser la belleza más grande que existe, eclipsando así aquello banal, lo superfluo, lo trivial y todas esas pequeñeces que a veces nos parecen tan importantes.

Esas personas han decidido no ponerse una posición de víctima, no permitir que afecte su salud la tristeza o el estrés y no contaminar a los demás con su pesar. Tal vez esa sea la razón que los convierte en seres humanos tan especiales, pues conocen el miedo, la desesperación, la derrota tan de cerca y no han tenido otra opción que confrontarlo.

Las personas bellas están conscientes de que, ante un problema, por más serio que sea, hay infinitas maneras de afrontarlo. No es que sean mejores o peores que nosotros, pero han desarrollado una capacidad única para encararlo. Y eso, sin duda, los convierte en seres especiales.

De inicio es muy probable que como la mayoría de nosotros, caigan en la negación y tampoco sean capaces de medir los alcances de lo que les viene encima. Lógicamente se enojan, se entristecen y, en muchas ocasiones, estarían dispuestos hacer muchas cosas con tal de que no les ocurriera a ellos. En lo que se diferencian es en su extraordinaria capacidad de amanecer después de una tormenta.

La realidad es que son héroes, de una o muchas batallas, que conocen la importancia de la vida y, por ende, no le encuentran el sentido a complicársela con los miles de pensamientos y acciones con los que no saboteamos todos los días.

Las personas bellas llaman la atención por su inteligencia y riqueza emocional, por su calidad humana y por la congruencia entre sus pensamientos y sus acciones. Éste tipo de personas no ven el vaso ni medio lleno ni medio vacío, ven en el algo que pueden beber y utilizar, sin más dramas.

Su sentido de la riqueza se basa en lo valioso de aquello que no se puede comprar. Le dan una gran importancia a la empatía porque entienden la necesidad que tenemos los seres humanos de que alguien se preocupe por cómo nos sentimos y no sólo por juzgarnos.

Atesoran la lealtad porque ellos la ofrecen, acompañan en el sufrimiento y en las alegrías a las otras personas, pero sin protagonismo. Tienen bien claro que cualquier cosa puede desaparecer en un instante, que la gente se muere, que las historias se acaban, que los caminos se separan y es por eso que son amables, tratan de mantener el buen humor y disfrutar la vida cada día.

Todo el mundo sufre contratiempos, desavenencias, duelos, y tragedias en la vida. Pero cuanto más numerosos son, más aprendemos y maduramos. Dicen que cuando aprendemos la lección el dolor desaparece, que las cosas pasan por algo, aunque queden cicatrices en nuestro cuerpo y nuestra alma. Y esto precisamente es lo que convierte a personas normales, en seres humanos extraordinariamente bellos y es porque no han tenido fácil el recorrido de su camino. No es que hayan vencido al miedo y al dolor, es que ellos, las personas bellas saben que no se puede sanar lo que te niegas afrontar.

¡Gracias, Saludos y Bendiciones!


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