El
pasado es una sombra que siempre nos acompaña, que en ocasiones nos resulta
demasiado pesada, nos atormenta, nos impide avanzar y llenar nuestra vida de
experiencias nuevas.
Los
seres humanos somos una especie que necesitamos varias dosis de la misma
lección para aprender, es decir, tropezamos varias veces con la misma piedra,
en ocasiones hasta nos encariñamos con ella. Es complicado de entender este
cariño que le tomamos a veces a la piedra, aunque con ella nos tropecemos, nos
hagamos daño, nos rozamos, nos laceramos, cicatrizamos y al final nos
acostumbramos.
Hay
un dicho que dice "todo el mundo tiene su Infiernito y le sopla”. Y con esto me refiero a que caemos una y otra
vez en los mismos errores y sin embargo elegimos no cambiar de actitud. Los
círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas son algunos
de los ejemplos de errores geométricos más comunes que los seres humanos
cometemos repetidamente, tenemos maestría en ellos.
Y
no nos gusta hablar de este tema, porque cuando lo hacemos significa reconocer
que vivimos enganchados aparte nuestro pasado y que nuestras emociones tienen
la intención de vivir en él. Y si es verdad que el tiempo lo cura todo ¿por qué
pasa y pasa y lo vivido nos sigue doliendo? y dedicamos tiempo valioso a
repetir en nuestra mente una y otra vez los sucesos y conversaciones que ya no
podemos cambiar.
Considero
que hemos sido estafados, porque el tiempo no lo cura todo, el sufrimiento a veces
se queda vivir en nuestra casa, los recuerdos se acomodan en nuestra sala y en
ocasiones hasta nos acostumbramos y nos gusta.
Vivir
con esperanza es lo que de verdad nos perjudica, porque a final de cuentas los
recuerdos que ahora revivimos, no son las únicas penurias por las que hemos
pasado, es sólo que las otras, las que no revivimos en nuestra mente una y otra
vez, las hemos superado, a sabiendas que ya nada podemos hacer para cambiarlo,
por eso ya no nos duele. Pero muchas veces el dolor nos toma por sorpresa,
vulnerables, distraídos y le otorgamos el papel Protagónico de nuestra película
de vida al pasado.
Hay
ocasiones donde volteamos a nuestro alrededor y todo parece estar bien, pero de
repente sentimos una profunda tristeza que nos invade, que nos provoca culpa y
nos produce un gran pesar. Es un sentimiento complicado porque no responde a
nada, pero existen detonantes que nos llevan a él (canciones, fotografías,
lugares, conversaciones, etc.) y la mayoría de las veces no sabemos cómo
manejarlo, cuando en realidad lo único que deberíamos hacer es dejarlo fluir.
Necesitamos
reconciliarnos con nosotros mismos, perdonarnos, dejar de autosabotearnos...
Amarnos.
El
problema está en que nos encerramos en nuestros conflictos y experiencias
creyendo que el tiempo nos liberará de ellos pero esto está muy lejos de la
realidad. Echarle tierra a la herida y seguir caminando como si nada no nos va
ayudar a que cicatrice en su interior; de hecho, hacerlo solo es una maniobra
de escape que nos puede salvar la vida en ese momento, pero no nos ayuda a
sanarnos verdaderamente.
Evitamos
recordar pero lo que fue, lo que dolió, lo que vivimos viene caminando con
nosotros, es parte de nuestro equipaje y somos resultado de aquellas
experiencias y personas que se han cruzado nuestro camino. Recordar es una
cuestión de impulso, de algo que quiere salir y que conforma otro de los síntomas
de que no hemos superado el pasado. Muchas veces nos sentimos limitados y no
sabemos por qué, algo nos impide avanzar, dar lo mejor de nosotros mismos y no
encontramos una razón aparente a ello.
Somos
especialistas en racionalizar nuestra vida interior y no nos damos cuenta de
que nos estamos consumiendo por dentro. Es el momento de pisar nuestro pasado,
de aceptarlo y de no permitir que nuestras emociones vivan en él, afrontándolo,
enfrentándolo, superándolo y dejarlo de cargar en nuestro camino hacia la
libertad.
Hay
que mirar a hacia atrás y comprender que nada va volver hacer lo mismo y que lo
que pasó pasó y no lo podemos cambiar, podemos resarcir el daño que le hemos
hecho a otros, aprender, pero lo que hicimos, lo que dijimos, ya está escrito.
En
muchas ocasiones el tiempo no quiere recoger nuestras lágrimas y lo
consideramos injusto, y es porque su labor es enseñarnos que no se puede ser
fuerte con aquello que es tu debilidad, que del pasado no se vive, que del
pasado se aprende y nada ni nadie, excepto nosotros mismos, puede liberarnos de
los recuerdos dolorosos.
Es
un gravísimo error vivir en el presente recordando un pasado que ya no tiene
futuro; tú decides si continúas dejándole la responsabilidad del tiempo para
que sane tus heridas y poniendo puntos suspensivos donde va un punto y aparte.
¡Gracias,
Saludos y Bendiciones!
Si, y a eso se le llama madurez.
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