viernes, 27 de marzo de 2015

¿El tiempo lo cura todo?

El pasado es una sombra que siempre nos acompaña, que en ocasiones nos resulta demasiado pesada, nos atormenta, nos impide avanzar y llenar nuestra vida de experiencias nuevas.

Los seres humanos somos una especie que necesitamos varias dosis de la misma lección para aprender, es decir, tropezamos varias veces con la misma piedra, en ocasiones hasta nos encariñamos con ella. Es complicado de entender este cariño que le tomamos a veces a la piedra, aunque con ella nos tropecemos, nos hagamos daño, nos rozamos, nos laceramos, cicatrizamos y al final nos acostumbramos.

Hay un dicho que dice "todo el mundo tiene su Infiernito y le sopla”.  Y con esto me refiero a que caemos una y otra vez en los mismos errores y sin embargo elegimos no cambiar de actitud. Los círculos viciosos, los triángulos amorosos y las mentes cuadradas son algunos de los ejemplos de errores geométricos más comunes que los seres humanos cometemos repetidamente, tenemos maestría en ellos.

Y no nos gusta hablar de este tema, porque cuando lo hacemos significa reconocer que vivimos enganchados aparte nuestro pasado y que nuestras emociones tienen la intención de vivir en él. Y si es verdad que el tiempo lo cura todo ¿por qué pasa y pasa y lo vivido nos sigue doliendo? y dedicamos tiempo valioso a repetir en nuestra mente una y otra vez los sucesos y conversaciones que ya no podemos cambiar.

Considero que hemos sido estafados, porque el tiempo no lo cura todo, el sufrimiento a veces se queda vivir en nuestra casa, los recuerdos se acomodan en nuestra sala y en ocasiones hasta nos acostumbramos y nos gusta.

Vivir con esperanza es lo que de verdad nos perjudica, porque a final de cuentas los recuerdos que ahora revivimos, no son las únicas penurias por las que hemos pasado, es sólo que las otras, las que no revivimos en nuestra mente una y otra vez, las hemos superado, a sabiendas que ya nada podemos hacer para cambiarlo, por eso ya no nos duele. Pero muchas veces el dolor nos toma por sorpresa, vulnerables, distraídos y le otorgamos el papel Protagónico de nuestra película de vida al pasado.

Hay ocasiones donde volteamos a nuestro alrededor y todo parece estar bien, pero de repente sentimos una profunda tristeza que nos invade, que nos provoca culpa y nos produce un gran pesar. Es un sentimiento complicado porque no responde a nada, pero existen detonantes que nos llevan a él (canciones, fotografías, lugares, conversaciones, etc.) y la mayoría de las veces no sabemos cómo manejarlo, cuando en realidad lo único que deberíamos hacer es dejarlo fluir.

Necesitamos reconciliarnos con nosotros mismos, perdonarnos, dejar de autosabotearnos... Amarnos.

El problema está en que nos encerramos en nuestros conflictos y experiencias creyendo que el tiempo nos liberará de ellos pero esto está muy lejos de la realidad. Echarle tierra a la herida y seguir caminando como si nada no nos va ayudar a que cicatrice en su interior; de hecho, hacerlo solo es una maniobra de escape que nos puede salvar la vida en ese momento, pero no nos ayuda a sanarnos verdaderamente.

Evitamos recordar pero lo que fue, lo que dolió, lo que vivimos viene caminando con nosotros, es parte de nuestro equipaje y somos resultado de aquellas experiencias y personas que se han cruzado nuestro camino. Recordar es una cuestión de impulso, de algo que quiere salir y que conforma otro de los síntomas de que no hemos superado el pasado. Muchas veces nos sentimos limitados y no sabemos por qué, algo nos impide avanzar, dar lo mejor de nosotros mismos y no encontramos una razón aparente a ello.

Somos especialistas en racionalizar nuestra vida interior y no nos damos cuenta de que nos estamos consumiendo por dentro. Es el momento de pisar nuestro pasado, de aceptarlo y de no permitir que nuestras emociones vivan en él, afrontándolo, enfrentándolo, superándolo y dejarlo de cargar en nuestro camino hacia la libertad.

Hay que mirar a hacia atrás y comprender que nada va volver hacer lo mismo y que lo que pasó pasó y no lo podemos cambiar, podemos resarcir el daño que le hemos hecho a otros, aprender, pero lo que hicimos, lo que dijimos, ya está escrito.

En muchas ocasiones el tiempo no quiere recoger nuestras lágrimas y lo consideramos injusto, y es porque su labor es enseñarnos que no se puede ser fuerte con aquello que es tu debilidad, que del pasado no se vive, que del pasado se aprende y nada ni nadie, excepto nosotros mismos, puede liberarnos de los recuerdos dolorosos.

Es un gravísimo error vivir en el presente recordando un pasado que ya no tiene futuro; tú decides si continúas dejándole la responsabilidad del tiempo para que sane tus heridas y poniendo puntos suspensivos donde va un punto y aparte.



¡Gracias, Saludos y Bendiciones!

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